LONDON, JACK
John Barleycorn es el feliz apodo que inventa Jack
London para referirse al alcohol. Tan determinante
fue este en su vida que sus memorias llevan
su nombre, como si ambos fueran sinónimos y el
autor pudiera escribir: el alcohol es mi vida o mi
vida es alcohol, tanto da lo uno como lo otro.
He aquí, sin duda, la primera y más importante
conclusión a la que llega London cuando repasa sus
días: que cuando el alcohol atrapa a sus víctimas las
secuestra hasta el día mismo en que mueren.
Estas memorias están repletas de aventuras y de
anécdotas divertidas, pero la Lógica Blanca, que
es la forma de pensar de los alcohólicos, impide
que London vuelva la mirada atrás con la alegría
de quien, al final de sus días, exclama satisfecho
que volvería una y cien veces a vivir lo vivido.
Antes bien, lo que esta Lógica enseña es que en
el futuro se habría de vivir de una forma completamente
distinta: que el alcohol debe ser erradicado,
incluso como mera posibilidad, de las biografías
de los niños del futuro.
Esta obra invita a pensar en los estragos que
causa el alcoholismo y anima a tomar medidas
extremas para combatirlo y que no enturbie
nunca más la vida de los jóvenes.